Entre los elementos más relevantes de
la Cultura Ibérica se encuentra sin duda la falcata, una espada de
hierro (o acero), de aspecto elegante, en forma de sable, de hoja ancha, curva
y asimétrica; casi siempre, con doble filo en la punta. Por ello,
durante esta entrada, explicaremos de manera genérica, la función
de las falcatas, sus características, como estaban decoradas, su
significado,etc, y abordaremos también la descripción de algunas
falcatas halladas en el yacimiento del Cigarralejo, tanto en la
necrópolis como en el santuario.
La falcata tiene su origen posiblemente
en las costas balcánicas del Adriático. Desde allí se extendió
hacia Italia, donde alcanzó gran éxito, y a Grecia, siendo
denominada machaira o kopis.
Para los griegos esta espada de
pronunciada hoja curva era un símbolo de las armas de los bárbaros.
De hecho, aparece en la cerámica griega como un elemento exótico,
adscrito a los persas, amazonas, tracios y otros pueblos bárbaros,
reales y mitológicos.
La falcata , probablemente, fue del
mundo itálico desde donde llegó a los íberos, quienes la
modificaron sustancialmente (redujeron su curvatura, la acortaron y
la dotaron de su característico doble filo). Por lo tanto, la
falcata ibérica no es una mera copia o imitación de la machaira,
sino un arma nueva, que se inspiró en aquella.
Las primeras falcatas halladas en
la Península Ibérica se fechan en el siglo V a. C., y perduraron
hasta finales del siglo I a. C. Aunque se han hallado falcatas en
otras regiones, la gran mayoría proceden de la Alta Andalucía y del
Sureste. Por consiguiente, se puede afirmar que es un arma
característica de los antiguos contestanos y bastetanos, y no la
espada emblemática de todos los pueblos ibéricos.
Los
antiguos hispanos no la denominaban ‘falcata’, ya que se trata de
un término erudito del siglo XIX, utilizado para designar un tipo
característico de arma ibérica prerromana con forma vagamente
similar a la de una hoz (falx).
Las falcatas se fabricaban con
tres láminas de hierro soldadas entre sí “a la calda”, es
decir, en caliente. La lámina central, más ancha que las laterales,
se prolongaba en una delgada lengüeta que forma el alma de metal de
la empuñadura, recubierta con cachas de hueso o de madera, que en la
mayoría de los casos no se han conservado. En algunos ejemplares de
mayor calidad, las cachas podían cubrirse parcialmente con piezas
metálicas que a su vez se damasquinaban. Vuelta sobre sí misma para
proteger la mano de golpes cortantes, la empuñadura adoptaba, la
mayoría de las veces, la forma de una cabeza de caballo o de ave
rapaz, y un remache figuraba el ojo del animal, dotado seguramente de
un carácter protector además de decorativo.
Como ocurre con
otros tipos de espadas, la hoja de la falcata presenta unas profundas
acanaladuras que aligeran su peso, sin disminuir sus cualidades de
resistencia y flexibilidad. Además, estas acanaladuras otorgaban a
la espada un evidente efecto estético.
Las falcatas, como
otras piezas muy especiales, se decoraban con damasquinado o ataujía.
La decoración podía obtenerse rellenando con hilos de plata las
incisiones que previamente se habían hecho en la superficie,
martilleando y puliendo después el conjunto, figurando motivos
vegetales, geométricos, zoomorfos e incluso representaciones de
cabezas humanas e inscripciones en lengua ibérica.
También
se podían incrustar plaquetas de metal en las superficies rebajadas
o talladas, fijándolas mediante el martilleado de los tabiques que
atrapaban la incrustación.
El tipo y disposición de los
motivos decorativos en las falcatas es bastante homogéneo. Esto,
junto con la concentración de las armas decoradas en el Sureste y la
Alta Andalucía, hace suponer que los talleres capaces de fabricar
estas piezas fueron escasos, o que existían artesanos itinerantes
que ofrecían sucesivamente sus trabajos a las élites dirigentes de
diversos poblados en regiones bastante amplias.
La falcata es
un arma pesada, capaz de asestar mortíferos golpes tanto tajantes
como punzantes, apropiada para la infantería. Se solía guardar en
una vaina de cuero, reforzada con un armazón de hierro, que colgaba
del tahalí. Esta correa pasaba por el hombro derecho y, por medio de
unas anillas, sujetaba la vaina de modo que pendiera en el costado
izquierdo en posición casi horizontal. Así se facilitaba el
movimiento del guerrero y la extracción del arma. En la vaina podía
también guardarse un cuchillo de hoja curva, que se utilizaría como
una especie de navaja multiusos.
Ahora bien, hay que tener en
cuenta que, como ocurre en otras culturas antiguas del Mediterráneo,
la lanza, y no la espada, era el arma ofensiva principal del
combate.
Por lo tanto, la falcata sería
utilizada en el campo de batalla como recurso último cuando la lanza
se rompía o se perdía, lo cual no significa que no fuera un arma
muy eficaz y práctica en el combate.
Además de ser un arma
verdaderamente compleja y funcional, la falcata, estaba dotada de un
destacado valor simbólico, que puede derivar de su propia morfología
(la curvatura de su hoja y la empuñadura zoomorfa), de su decoración
y de su relación con el ámbito del sacrificio funerario, heredado
de los cuchillos afalcatados de la primera Edad del Hierro.
Por consiguiente, la decoración de las
falcatas y de otras armas ibéricas responde no sólo a razones
estéticas sino también simbólicas ya que a lo largo de la Historia
los guerreros de todos los pueblos y culturas han valorado la
posesión y exhibición de armas ornamentadas, como expresión de
riqueza y de estatus.
Sin duda, la decoración de las armas
rodeaba a su poseedor de un aura de poder y de prestigio. Con todo,
los motivos decorativos del armamento no sólo han servido como
indicadores de estatus social, sino también como elementos de
identificación personal o de grupo y, especialmente, como amuletos
protectores.
El complejo programa decorativo con damasquinados
en plata, que llega a abarcar toda la superficie de la falcata,
estaba formado por variados motivos de raigambre mediterránea. La
selección de estos motivos, algunos de ellos zoomorfos (lobos,
jabalís, aves, animales fantásticos) e incluso antropomorfos,
indica que la decoración no cumplía una función meramente
estética, sino que también tenía un contenido simbólico,
posiblemente con una triple función: heráldica, protectora y
funeraria, como se verá en el apartado siguiente.
La falcata es un arma que aparece
frecuentemente representada en varios soportes, hasta tal punto que
parece adquirir un carácter emblemático.
Es llamativo, la abundancia de
representaciones de armas y de temas relacionados con el ámbito
militar en esculturas, exvotos de bronce o en las escenas pintadas en
los vasos cerámicos(Escenas que reflejan la forma de vida y la
singularidad de los grupos de alto rango que detentaban el y portaban
las armas como un signo más de su estatus social), en la Cultura
Ibérica.
En cuanto a su significado
arqueológico, la falcata es la pieza más representativa de los
ajuares funerarios con armas, lo cual puede deberse a su especial
significado, que reflejaría no tanto el carácter del guerrero
ibérico, sino el estatus social de la persona enterrada. Y es que,
en ciertos casos muy concretos, es posible que las falcatas fueran
fabricadas expresamente sólo para uso funerario como signos de
prestigio social y como elementos simbólicos muy relacionados con el
mundo funerario.
Por otro lado, es bastante frecuente que las
falcatas halladas en los ajuares de las tumbas aparezcan quemadas,
dobladas y con el filo mellado intencionadamente a golpes. Este
ritual de destrucción, aplicado también a otras armas, puede
simbolizar la especial vinculación del guerrero con su armamento y,
quizá, una concepción funeraria de inversión ritual que exigía
que el difunto incinerado en la pira necesitara objetos igualmente
destruidos para poder utilizarlos en el Más Allá.
Finalmente,
las falcatas, aunque aparecen casi siempre en los cementerios, podían
ser dedicadas a las divinidades, como ocurre con la falcata votiva
hallada en el santuario ibérico de El Cigarralejo (Mula, Murcia), lo
cual refuerza el significado simbólico y ritual de esta espada.
Algunas falcatas del Cigarralejo:
- Pequeña Falcata votiva :
Hierro. L: 17, 5 cm; Nº Inventario: 195 |
Apareció, en el santuario, en un
estado de notable corrosión junto con otros objetos
metálicos(fíbulas, anillos, sortijas), dentro de la favissa con los
exvotos figurados.
La falcata no
conservaba su punta y, dado el estado de corrosión, ya en el momento
de su extracción sólo apreciaba con claridad la silueta de la hoja
y su correspondiente empuñadura con algunos de los remaches que
habrían sujetado las cachas. Por su perfil de "cabeza de
caballo", pero sin orejas ni guarda de barra, esta falcata
votiva parece corresponder a los tipos más antiguos. La presencia de
remaches en el arranque de la hoja, junto a la empuñadura, así como
de un enganche para el tahalí en el revés del filo apuntan que
debió enterrarse dentro de la vaina, pero al ser ésta de cuero sólo
se han conservado algunas de las partes metálicas.
La presencia de falcatas, tanto de
pequeño como gran tamaño, en espacios religiosos no constituye una
rareza dentro de la cultura ibérica. De hecho en el santuario
altoandaluz de Collado de los Jardines o en el mismo Cerro de los
Santos, ya en la actual provincia de Albacete constituyen, entre
otros, buenos ejemplos.
La falcata, al igual que el resto de la
panoplia ibérica era susceptible de ser ofrendada en los santuarios
al constituir, en sí misma, un elemento de valor y símbolo del
carácter militar(que no belicoso) de las élites ibéricas de los
siglos. III y II a.C.
- Espada Falcata:
Espada falcara con empuñadura de
cabeza de caballo (Tipo B). Presenta acanaladuras en la hoja. Faltan
las cachas de madera o hueso que cubrían la empuñadura, aunque se
conservan los remaches de sujeción. La parte lateral de la guarda
cierra la empuñadura con una barra maciza de hierro, protegiendo así
la mano. Se trata de una falcara excepcionalmente grande.
En la empuñadura se conservan restos
de la característica decoración damasquinada en plata, realizada
embutiendo hilo de plata en incisiones previamente practicadas a
buril.
La vaina, con sus característicos
elementos metálicos, no se ha conservado, o no se depositó en la
sepultura. C. 375-350 a.C. por la posición
estratigráfica de la sepultura, ya que no contenía material
importado ático. El conjunto de armas y el ajuar,incluyendo
una fíbula anular y unas pinzas de depilar se corresponde con esta
cronología.
Las armas del ajuar aparecieron
colocadas alrededor de la urna cineraria. Son escasas las falcatas de
este tamaño en el yacimiento y en todo el mundo ibérico: con sus
71,5 cm,supera muy ampliamente la longitud media de 60,2 cm. Tampoco
son frecuentes en El Cigarralejo las falcatas damasquinadas en plata,
ya que hasta el momento sólo se han localizado cinco ejemplares,
aunque es posible que restauraciones futuras descubran más piezas
decoradas. La empuñadura de cabeza de caballo, al contrario que la
que adopta forma de ave rapaz, es peculiar de Iberia, y testimonia la
importancia de los équidos en las culturas
peninsulares hispanas.
- Falcata:
Espada falcata con empuñadura de
cabeza de ave (Tipo A). Presenta acanaladuras en la hoja de tipo 2
III, esto es, paralelas al filo, sin abrirse en la empuñadura ni en
el arranque del filo dorsal. Faltan las cachas de madera o hueso que
cubrían la empuñadura, aunque se conservan los remaches de
sujeción.
La vaina consiste en un armazón
metálico que encuadraba una vaina de madera o cuero; estaba dotada
de un sistema de suspensión de anillas para un tahalí de cuero que
se colgaba del hombro, cruzando el pecho, y un espacio para un
cuchillo afalcatado, especie de navaja multiuso.
C. 375-325 a.C. por la posición
estratigráfica de la sepultura, ya que no
contenía material importado ático.
Apareció en un paquete de armas sobre
los huesos del difunto. Sin doblar, y a medio envainar. La falcata es
una espada cortante pero también punzante, gracias a su contrafilo o
filo dorsal a lo largo de media hoja. Esta pieza pertenece a una
variante poco habitual en la que el arranque de ese filo dorsal se
indica mediante una marcada inflexión o ángulo en el dorso de la
hoja. La característica forma curva de la empuñadura servía para
proteger la mano. Remataba en forma de cabeza de ave rapaz, tipo
documentado en el Próximo Oriente desde fechas muy antiguas, y
transmitido al mundo griego y mediterráneo desde el siglo VI a.C.
Una gran entrada sobre una de las armas más importantes del mundo ibérico.
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