La
escultura femenina sedente: Dama entronizada, conocida como “Dama
del Cigarralejo”, se esculpe en varios bloques, que en la misma
materia arenisca local de color blanquecino-amarillento de anteriores
elementos pétreos.
Del
pedestal, muy fragmentado y reintegrado en parte, apenas se conserva
unos centímetros de altura.
Se
conservan restos de la policromía que probablemente la cubrió.
Representa una mujer ataviada con distintas túnicas, con borlas de
remate central, cubierta con un grueso manto con pliegues y borlas
laterales inferiores de remate. A pesar de su fragmentación permite
observar la mano derecha, enjoyada.
Sobre el
pecho se intuyen tres collares, el primero liso con colgante-amuleto,
el segundo torceado con un colgante indeterminado y el tercero
posiblemente con colgante- amuleto en forma de lengüeta.
Los pies
sobresalen calzados, de extremo puntiagudo, por debajo del manto. Se
dispone sobre un trono de tipo cúbico y mazizo. El frente de las pan
delanteras se adorna con motivos rectangulares rehundidos en tres
planos.
Y en los
laterales del trono, sendas molduras a ambos lados. A los pies de la
dama, a la derecha, junto a la pata del trono, se muestra un ave cuya
destacada cabeza gira hacia el exterior y cuya alita desplegada se
dibuja en tres cuartos.
Constituye
una pieza emblemática de la cultura ibérica por distintas razones.
En
primer lugar, con respecto a la imagen representada, las convenciones
de indumentaria, adorno y calzado reiteran códigos que aparecen en
otras "damas" canónicas de ambiente funerario ibérico,
como la de Baza, vestida con fina túnica y cubierta con manto de
pliegues marcados y gruesos, cuyos extremos caen en zig-zag. Resulta
de interés el adorno, con tres collares, característica que
reconocemos en otras figuras estantes y sedentes de contextos
ibéricos del sureste, como en el santuario del Cerro de los Santos,
donde son raras las figuras femeninas que no van adornadas con uno o
varios collares (Ruix Bremón, 1989: 139). Tres excepcionales
collares se observan en la Dama de Elche (Olmos y Tortosa, 1997) o la
gran Dama del Cerro de los Santos (Ruiz Bremón, 1989, núm. 62).
La
iconografía del trono es igualmente interesante. Sus patas y
laterales están adornados. El diseño general es similar a otros
ejemplos del mobiliario ibérico (Ruano, 1992), aunque el modelo
concreto no es bien conocido en Iberia. A la derecha, junto a la pata
del trono, se presenta un ave a los pies de la dama, con la cabeza
vuelta hacia el exterior. También la Dama de Baza sostiene, en su
izquierda, una pequeña ave. Se trata posiblemente de una similar
representación simbólica, vinculada con la fecundidad. No podemos
olvidar que otra figura femenina que se dispone en la misma sala,
sobre el pedestal IV, muestra un ave, esta vez en su mano derecha.
Con respecto al estilo, la evocación del busto de Elche, de nuevo,
es directa en cuanto al tratamiento de "armazón", rígido
y recogido en sí mismo, sobre el que se monta un complejo de adornos
(León, 1997a), sin un estudio orgánico
explícito.
En
segundo lugar, con respecto a la tipología funeraria, la tumba se
integra dentro de un programa monumental e iconográfico, rico y
complejo, cada vez mejor conocido, con figuras estantes, sedentes,
jinetes, bustos o estelas que señalan y coronan tumbas singulares,
en este caso, de empedrado tumular. Frente a la de Baza, la imagen de
la dama no se oculta en una cámara, es pública y corona una tumba
doble con dos escalones.
En
esta línea, finalmente, conocemos el contexto arqueológico de la
"Dama de El Cigarralejo' ,al igual que en Baza, de esta singular
tumba ibérica del siglo IV a.C., dotada del monumento-coronador que
es la imagen femenina sedente. La tumba albergaba dos enterramientos,
cuyo análisis antropológico desconocemos. Cuadrado (1995) plantea
su pertenencia a una pareja de individuos, uno masculino y otro
femenino, con su respectivo ajuar.
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