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17 de enero de 2013

La Falcata

Entre los elementos más relevantes de la Cultura Ibérica se encuentra sin duda la falcata, una espada de hierro (o acero), de aspecto elegante, en forma de sable, de hoja ancha, curva y asimétrica; casi siempre, con doble filo en la punta. Por ello, durante esta entrada, explicaremos de manera genérica, la función de las falcatas, sus características, como estaban decoradas, su significado,etc, y abordaremos también la descripción de algunas falcatas halladas en el yacimiento del Cigarralejo, tanto en la necrópolis como en el santuario.

La falcata tiene su origen posiblemente en las costas balcánicas del Adriático. Desde allí se extendió hacia Italia, donde alcanzó gran éxito, y a Grecia, siendo denominada machaira o kopis.

Para los griegos esta espada de pronunciada hoja curva era un símbolo de las armas de los bárbaros. De hecho, aparece en la cerámica griega como un elemento exótico, adscrito a los persas, amazonas, tracios y otros pueblos bárbaros, reales y mitológicos.

La falcata , probablemente, fue del mundo itálico desde donde llegó a los íberos, quienes la modificaron sustancialmente (redujeron su curvatura, la acortaron y la dotaron de su característico doble filo). Por lo tanto, la falcata ibérica no es una mera copia o imitación de la machaira, sino un arma nueva, que se inspiró en aquella.

Las primeras falcatas halladas en la Península Ibérica se fechan en el siglo V a. C., y perduraron hasta finales del siglo I a. C. Aunque se han hallado falcatas en otras regiones, la gran mayoría proceden de la Alta Andalucía y del Sureste. Por consiguiente, se puede afirmar que es un arma característica de los antiguos contestanos y bastetanos, y no la espada emblemática de todos los pueblos ibéricos.

Los antiguos hispanos no la denominaban ‘falcata’, ya que se trata de un término erudito del siglo XIX, utilizado para designar un tipo característico de arma ibérica prerromana con forma vagamente similar a la de una hoz (falx).

Las falcatas se fabricaban con tres láminas de hierro soldadas entre sí “a la calda”, es decir, en caliente. La lámina central, más ancha que las laterales, se prolongaba en una delgada lengüeta que forma el alma de metal de la empuñadura, recubierta con cachas de hueso o de madera, que en la mayoría de los casos no se han conservado. En algunos ejemplares de mayor calidad, las cachas podían cubrirse parcialmente con piezas metálicas que a su vez se damasquinaban. Vuelta sobre sí misma para proteger la mano de golpes cortantes, la empuñadura adoptaba, la mayoría de las veces, la forma de una cabeza de caballo o de ave rapaz, y un remache figuraba el ojo del animal, dotado seguramente de un carácter protector además de decorativo.

Como ocurre con otros tipos de espadas, la hoja de la falcata presenta unas profundas acanaladuras que aligeran su peso, sin disminuir sus cualidades de resistencia y flexibilidad. Además, estas acanaladuras otorgaban a la espada un evidente efecto estético.

Las falcatas, como otras piezas muy especiales, se decoraban con damasquinado o ataujía. La decoración podía obtenerse rellenando con hilos de plata las incisiones que previamente se habían hecho en la superficie, martilleando y puliendo después el conjunto, figurando motivos vegetales, geométricos, zoomorfos e incluso representaciones de cabezas humanas e inscripciones en lengua ibérica.

También se podían incrustar plaquetas de metal en las superficies rebajadas o talladas, fijándolas mediante el martilleado de los tabiques que atrapaban la incrustación.

El tipo y disposición de los motivos decorativos en las falcatas es bastante homogéneo. Esto, junto con la concentración de las armas decoradas en el Sureste y la Alta Andalucía, hace suponer que los talleres capaces de fabricar estas piezas fueron escasos, o que existían artesanos itinerantes que ofrecían sucesivamente sus trabajos a las élites dirigentes de diversos poblados en regiones bastante amplias.

La falcata es un arma pesada, capaz de asestar mortíferos golpes tanto tajantes como punzantes, apropiada para la infantería. Se solía guardar en una vaina de cuero, reforzada con un armazón de hierro, que colgaba del tahalí. Esta correa pasaba por el hombro derecho y, por medio de unas anillas, sujetaba la vaina de modo que pendiera en el costado izquierdo en posición casi horizontal. Así se facilitaba el movimiento del guerrero y la extracción del arma. En la vaina podía también guardarse un cuchillo de hoja curva, que se utilizaría como una especie de navaja multiusos.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que, como ocurre en otras culturas antiguas del Mediterráneo, la lanza, y no la espada, era el arma ofensiva principal del combate.

Por lo tanto, la falcata sería utilizada en el campo de batalla como recurso último cuando la lanza se rompía o se perdía, lo cual no significa que no fuera un arma muy eficaz y práctica en el combate.

Además de ser un arma verdaderamente compleja y funcional, la falcata, estaba dotada de un destacado valor simbólico, que puede derivar de su propia morfología (la curvatura de su hoja y la empuñadura zoomorfa), de su decoración y de su relación con el ámbito del sacrificio funerario, heredado de los cuchillos afalcatados de la primera Edad del Hierro.

Por consiguiente, la decoración de las falcatas y de otras armas ibéricas responde no sólo a razones estéticas sino también simbólicas ya que a lo largo de la Historia los guerreros de todos los pueblos y culturas han valorado la posesión y exhibición de armas ornamentadas, como expresión de riqueza y de estatus.

Sin duda, la decoración de las armas rodeaba a su poseedor de un aura de poder y de prestigio. Con todo, los motivos decorativos del armamento no sólo han servido como indicadores de estatus social, sino también como elementos de identificación personal o de grupo y, especialmente, como amuletos protectores.

El complejo programa decorativo con damasquinados en plata, que llega a abarcar toda la superficie de la falcata, estaba formado por variados motivos de raigambre mediterránea. La selección de estos motivos, algunos de ellos zoomorfos (lobos, jabalís, aves, animales fantásticos) e incluso antropomorfos, indica que la decoración no cumplía una función meramente estética, sino que también tenía un contenido simbólico, posiblemente con una triple función: heráldica, protectora y funeraria, como se verá en el apartado siguiente. 

La falcata es un arma que aparece frecuentemente representada en varios soportes, hasta tal punto que parece adquirir un carácter emblemático.

Es llamativo, la abundancia de representaciones de armas y de temas relacionados con el ámbito militar en esculturas, exvotos de bronce o en las escenas pintadas en los vasos cerámicos(Escenas que reflejan la forma de vida y la singularidad de los grupos de alto rango que detentaban el y portaban las armas como un signo más de su estatus social), en la Cultura Ibérica.

En cuanto a su significado arqueológico, la falcata es la pieza más representativa de los ajuares funerarios con armas, lo cual puede deberse a su especial significado, que reflejaría no tanto el carácter del guerrero ibérico, sino el estatus social de la persona enterrada. Y es que, en ciertos casos muy concretos, es posible que las falcatas fueran fabricadas expresamente sólo para uso funerario como signos de prestigio social y como elementos simbólicos muy relacionados con el mundo funerario.

Por otro lado, es bastante frecuente que las falcatas halladas en los ajuares de las tumbas aparezcan quemadas, dobladas y con el filo mellado intencionadamente a golpes. Este ritual de destrucción, aplicado también a otras armas, puede simbolizar la especial vinculación del guerrero con su armamento y, quizá, una concepción funeraria de inversión ritual que exigía que el difunto incinerado en la pira necesitara objetos igualmente destruidos para poder utilizarlos en el Más Allá.

Finalmente, las falcatas, aunque aparecen casi siempre en los cementerios, podían ser dedicadas a las divinidades, como ocurre con la falcata votiva hallada en el santuario ibérico de El Cigarralejo (Mula, Murcia), lo cual refuerza el significado simbólico y ritual de esta espada.

Algunas falcatas del Cigarralejo:

  • Pequeña Falcata votiva :


Hierro. L: 17, 5 cm; Nº Inventario: 195
Apareció, en el santuario, en un estado de notable corrosión junto con otros objetos metálicos(fíbulas, anillos, sortijas), dentro de la favissa con los exvotos figurados.

La falcata no conservaba su punta y, dado el estado de corrosión, ya en el momento de su extracción sólo apreciaba con claridad la silueta de la hoja y su correspondiente empuñadura con algunos de los remaches que habrían sujetado las cachas. Por su perfil de "cabeza de caballo", pero sin orejas ni guarda de barra, esta falcata votiva parece corresponder a los tipos más antiguos. La presencia de remaches en el arranque de la hoja, junto a la empuñadura, así como de un enganche para el tahalí en el revés del filo apuntan que debió enterrarse dentro de la vaina, pero al ser ésta de cuero sólo se han conservado algunas de las partes metálicas.

La presencia de falcatas, tanto de pequeño como gran tamaño, en espacios religiosos no constituye una rareza dentro de la cultura ibérica. De hecho en el santuario altoandaluz de Collado de los Jardines o en el mismo Cerro de los Santos, ya en la actual provincia de Albacete constituyen, entre otros, buenos ejemplos.

La falcata, al igual que el resto de la panoplia ibérica era susceptible de ser ofrendada en los santuarios al constituir, en sí misma, un elemento de valor y símbolo del carácter militar(que no belicoso) de las élites ibéricas de los siglos. III y II a.C.

  • Espada Falcata:

Hierro Forjado. Sala IX. Vitrina 20. Tumba 1 (Campaña 1975)
L.máxima 71,5 cm; L,hoja: 60,4, 6 cm; L,Filo -dorsal: 25 cm;
L,Interior de la Empuñadura: 8,4 cm; Am,hoja: 6,2 cm; Ab: 7,4 cm
Nº de Inventarario: 156



Espada falcara con empuñadura de cabeza de caballo (Tipo B). Presenta acanaladuras en la hoja. Faltan las cachas de madera o hueso que cubrían la empuñadura, aunque se conservan los remaches de sujeción. La parte lateral de la guarda cierra la empuñadura con una barra maciza de hierro, protegiendo así la mano. Se trata de una falcara excepcionalmente grande.

En la empuñadura se conservan restos de la característica decoración damasquinada en plata, realizada embutiendo hilo de plata en incisiones previamente practicadas a buril.
La vaina, con sus característicos elementos metálicos, no se ha conservado, o no se depositó en la sepultura. C. 375-350 a.C. por la posición estratigráfica de la sepultura, ya que no contenía material importado ático. El conjunto de armas y el ajuar,incluyendo una fíbula anular y unas pinzas de depilar se corresponde con esta cronología.

Las armas del ajuar aparecieron colocadas alrededor de la urna cineraria. Son escasas las falcatas de este tamaño en el yacimiento y en todo el mundo ibérico: con sus 71,5 cm,supera muy ampliamente la longitud media de 60,2 cm. Tampoco son frecuentes en El Cigarralejo las falcatas damasquinadas en plata, ya que hasta el momento sólo se han localizado cinco ejemplares, aunque es posible que restauraciones futuras descubran más piezas decoradas. La empuñadura de cabeza de caballo, al contrario que la que adopta forma de ave rapaz, es peculiar de Iberia, y testimonia la importancia de los équidos en las culturas peninsulares hispanas.

  • Falcata:

Hierro Forjado. Sala IX. Vitrina 20. Tumba 153 (Campaña 1955)
L.máxima 61,5 cm; L,hoja: 50, 6 cm; L,Filo -dorsal: 17 cm;
L,Interior de la Empuñadura: 8 cm; Am,hoja: 5,2 cm; Ab: 6,2 cm
Nº de Inventarario: 1426


Espada falcata con empuñadura de cabeza de ave (Tipo A). Presenta acanaladuras en la hoja de tipo 2 III, esto es, paralelas al filo, sin abrirse en la empuñadura ni en el arranque del filo dorsal. Faltan las cachas de madera o hueso que cubrían la empuñadura, aunque se conservan los remaches de sujeción.

La vaina consiste en un armazón metálico que encuadraba una vaina de madera o cuero; estaba dotada de un sistema de suspensión de anillas para un tahalí de cuero que se colgaba del hombro, cruzando el pecho, y un espacio para un cuchillo afalcatado, especie de navaja multiuso.
C. 375-325 a.C. por la posición estratigráfica de la sepultura, ya que no contenía material importado ático.

Apareció en un paquete de armas sobre los huesos del difunto. Sin doblar, y a medio envainar. La falcata es una espada cortante pero también punzante, gracias a su contrafilo o filo dorsal a lo largo de media hoja. Esta pieza pertenece a una variante poco habitual en la que el arranque de ese filo dorsal se indica mediante una marcada inflexión o ángulo en el dorso de la hoja. La característica forma curva de la empuñadura servía para proteger la mano. Remataba en forma de cabeza de ave rapaz, tipo documentado en el Próximo Oriente desde fechas muy antiguas, y transmitido al mundo griego y mediterráneo desde el siglo VI a.C.

1 comentario:

  1. Una gran entrada sobre una de las armas más importantes del mundo ibérico.

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